lunes, 24 de diciembre de 2007

¿Qué potencialidades aporta la Arqueología Social Latinoamericana

a la Práctica Arqueológica?

Como ya se puede ver, a partir de lo que hemos expuesto anteriormente, la Arqueología Social Latinoamericana se constituyó como una posición teórica cuyo fin era el revolucionar la práctica arqueológica, incluyendo una nueva manera de pensar la arqueología y de ver nuestra labor. De esta manera, ha sido la única corriente teórica arqueológica nacida desde nuestros teóricos, lo cual significó que poseyeran una visión particular de la sociedad acorde a los procesos sociales, políticos y económicos de Latinoamérica, situación que conllevó a una mayor comprensión de los devenires propios de nuestro continente. Así, como cualquier corriente teórica, posee tanto potencialidades como críticas, y es por esta razón que hemos considerado necesario hacer una breve revisión con respecto a las ideas que se han planteado en estos dos ámbitos y lo que como estudiantes hemos podido notar.







Una de las características principales en el surgimiento de la arqueología social latinoamericana fue su postura crítica con respecto a la práctica arqueológica, que más ampliamente abarca a un cuestionamiento de los modos de producción y distribución del conocimiento. De esta manera, este cuestionamiento debe llevar a un conocimiento histórico crítico de las sociedades (Rolland 2005). Este punto, nos parece importante dentro del desarrollo de esta arqueología, ya que le entrega un contenido más social al quehacer arqueológico, e inclusive a las preguntas que como arqueólogos nos formulemos de las sociedades que estudiemos. Es a partir de esta idea más critica del papel del arqueólogo y del conocimiento que nos entrega la arqueología, que podemos hacer crecer nuestra disciplina y poder construir un conocimiento lo más objetivo que se pueda, es así como creemos que la crítica, o más bien dicho la autocrítica se convierte en la herramienta más útil con la que puede contar cualquier desarrollo teórico, pues, de esta forma, el arqueólogo se hace consciente de cualquier influencia que pueda estar afectando sus interpretaciones. Así siguiendo a Tantaleán (2004), consideramos que la arqueología Social Latinoamericana debiera presentarse de manera autocrítica en busca de lugares de pensamiento y práctica empleados a la materialidad social. Por otra parte, Benavides (2001) señala que la arqueología como disciplina, actualmente no tiene un único rol, por lo que la investigación de nuestra sociedad no se constituiría como algo fundamental, si no que además de éste, la arqueología tiene la facultad de empobrecer masas e incluso a la sociedad completa, y es por esta razón la necesidad de una postura crítica.




Siguiendo esta línea de una arqueología más crítica y del rol social del arqueólogo, la arqueología social latinoamericana comenzó a desarrollar la idea de proteger el patrimonio perteneciente a cada grupo. De esta manera, señala que debe destinarse gran cantidad de recursos a restaurar y proteger las manifestaciones culturales. En este sentido, toma importancia el tema del patrimonio de las identidades indígenas, su protección y preservación (Lorenzo et al. 1979). De acuerdo a esto, creemos que este punto actualmente forma parte de la base de la arqueología en Chile, donde existen leyes que protegen nuestro patrimonio, así, consideramos que esta idea es fundamental, ya que es clave dentro de la construcción de identidad, pues no solo se protege el patrimonio de cada grupo, si no que también se enseña y difunde, situación que nos parece dejada de lado hoy en día, pues no se saca nada estableciendo leyes de protección de patrimonio, si no se difunde y enseña, particularmente a las comunidades dueñas de dicho patrimonio. Esta idea de protección del patrimonio, hoy en día, en Chile, se puede observar por medio de los estudios de impacto ambiental que buscan proteger todo tipo de patrimonio, tanto cultural como natural, el problema de este tipo de instancias es que por lo menos en nuestro país no se da la instancia de poder entregar este conocimiento, por lo que muchas veces pasa que nadie sepa o pueda contar con esta información para futuras investigaciones.
Uno de los problemas que puede surgir con esta idea de proteger nuestro patrimonio y que como arqueólogos/as tenemos un papel fundamental, es el hecho que debido al funcionamiento económico del mundo, inserto en el sistema capitalista, se explotan estos patrimonios con fines turísticos, los cuales en algunos casos puede actuar como colonialista ante las poblaciones locales, y creemos que en este punto entra en juego nuestra posición como arqueólogos/as, donde debemos decidir qué decir de estas poblaciones indígenas, qué información entregar tanto al público como a dichas poblaciones.




De acuerdo a lo anterior, la arqueología Social Latinoamericana da énfasis en este rol social del arqueólogo, señalando que es fundamental el difundir nuestro conocimiento a toda la comunidad (Lorenzo et al 1979). A nuestro parecer, y siguiendo a Tantaleán (2004), uno de los puntos claves de nuestra disciplina es la difusión de nuestro conocimiento, pues como cientistas sociales no podemos hablar de las sociedades sin tener un abierto diálogo con ellas, creemos que como arqueólogo/a es nuestro deber ampliar el círculo en el cual está hoy en día el conocimiento arqueológico, para hacer crecer nuestra disciplina.




Así, otro punto fundamental de las potencialidades de la Arqueología Social Latinoamericana radica en concebir de que como arqueólogos pertenecemos a una realidad social de la cual no podemos separarnos, es más, plantean explícitamente la necesidad y el deber ético de realizar constantes revisiones a las teorías y metodologías que estamos utilizando, evaluándolas con el propósito de tomar consciencia de qué tipo de conocimiento estamos generando y cuál es su utilidad para la sociedad. Esto es planteado debido a que como cientistas sociales debemos plantearnos con qué propósito generamos conocimiento del pasado, y al mismo tiempo, para quiénes lo generamos, pues resulta que cada vez más el conocimiento arqueológico es ocupado por la sociedad de consumo, llegando sólo a una esferas sociales, o, debido a la valoración de dentro de la sociedad vamos encerrando este conocimiento en las cuatro paredes de las instituciones donde se generan dichos conocimientos, es decir, pasa a ser útil sólo para nosotros mismos en tanto arqueólogos (Lorenzo et. al 1979).




Es por esto, que el conocimiento se genera a partir de la revisión de los procesos en los cuales lo generamos, tanto de los métodos y las teorías que producen el conocimiento, los objetivos y propósitos que dirigen nuestra labor científica, para quién y cómo se está utilizando este conocimiento, y al mismo tiempo, resulta igualmente fundamental revisar constantemente la historia de nuestra disciplina y la coyuntura social de ésta, porque sólo a partir de nuestra historia podemos autoevaluar nuestro trabajo a través del tiempo, y a la vez, tener la posibilidad de visualizar los cambio dentro de la práctica arqueológica a partir de los aciertos y desaciertos de nuestra labor a lo largo de los años, para transformar y construir la disciplina.




Por otra parte, creemos que otra de las potencialidades de la Arqueología Social Latinoamericana, corresponde al hecho de le de énfasis en concebir teóricamente la posibilidad de interpretar a través de la observación del registro material aspectos de la vida social de las sociedades prehistóricas, ya que por mucho tiempo esto no se ha considerado posible de observar, por lo cual plantean que la arqueología debe ver las expresiones sociales (Lorenzo et. al 1979). Por otro lado, también se ha considerado que las acciones del ser humano dependerían de factores ambientales que determinarían los cambios en las sociedades y el desarrollo de ciertas tecnologías, producto de una adaptación externa al medio ambiente. De esta forma, estas líneas teóricas abren la posibilidad de acceder a la vida social entendiendo que los cambios sociales también se pudieron deber a decisiones internas de las sociedades pretéritas.




Esto es muy importante, pues debemos buscar y desarrollar teorías que nos permitan acceder cada vez más a las esferas sociales y a las decisiones culturales que afectan tanto la vida social como también la ideológica o simbólica, ya que hoy en día podemos tener una gran cantidad de publicaciones que nos describan los materiales y nos presenten múltiples análisis científicos, como los de paleoambientes, los cuales son realmente útiles para obtener un conocimiento mayor del pasado, pero no nos sirve de nada juntar y juntar estos estudios si no realizamos una interpretación más allá de lo material y lo ambiental, es decir, lo social.




Otra de las propuestas de la Arqueología Social Latinoamericana, consideran que en el futuro pueden existir mejores métodos y técnicas que nos puedan permitir rescatar toda la información existente o deseable, reconociendo que quizás los métodos que se conozcan hasta el momento no den cuenta de todos lo fenómenos que nosotros como arqueólogos/as andemos buscando, por lo que dan cuenta de la importancia de no excavar completamente los sitios, ya que destruyen la información que posteriormente podría haberse recuperado utilizando técnicas más avanzadas. De esta manera, encontramos trascendental que se considere que cualquier excavación implica la destrucción del sitio (Lorenzo et al 1979) y es por esta razón la importancia de utilizar las mejores técnicas y métodos al alcance del arqueólogo/a, pues las asociaciones entre artefactos, entre los estratos, o entre artefactos y estratos no volverá a ser la misma una vez excavado el sitio. Esta idea puede hacer avanzar a la investigación, pues al no excavar todo un sitio, se deja espacio para futuras investigaciones que pueden formular otras preguntas, completando más aún la información sobre el pasado, porque por más que uno quiera descubrir todo los aspectos de un sitio, nos encontraremos centrados en responder nuestras preguntas, las que nos limitan lo que buscamos, por lo que muchas veces no consideraremos elementos que quizás otros arqueólogos/as puedan considerar de acuerdo a su manera de entender la realidad.




Cabe mencionar, que a partir de la reunión de Teotihuacan, se definió que la práctica arqueológica históricamente ha necesitado de otras disciplinas y ciencias que han colaborado en la generación de conocimiento del pasado, considerando que la arqueología es interdisciplinaria y no multidisciplinaria. El problema radica en cómo entender esta relación, puesto a que generalmente se consideran dichas ciencias como “auxiliares”, es decir, donde la práctica arqueológica se abastece de otras ciencias, entendiéndolo de manera multidisciplinaria (Lorenzo et. al 1979). Frente a esto, importante definición ha sido el considerar que las ciencias distintas a la arqueología son fundamentales como parte especializada de la práctica arqueológica, y por lo cual deben estar integradas a ella de manera interdisciplinaria para obtener un mejor rendimiento y comprensión del conocimiento arqueológico.




Otro punto fundamental corresponde al hecho de que la labor arqueológica debe ser una obligación ética del Estado, en tanto que el registro cultural es parte importante del patrimonio nacional, sin embargo, se ve la necesidad del establecimiento de organismos que se hagan responsables de la actividad arqueológica, los cuales sean autónomos y constituidos por los mismos arqueólogos, que velen por el mantenimiento y protección de dicho patrimonio, y que a la vez, por medio de una fuerza jurídica, tengan la facultad de evaluar las obras de impacto arqueológico y a la vez decidir sobre su influencia negativa sobre el material cultural (Lorenzo et. al 1979). En este sentido, en nuestra realidad, la arqueología chilena ha logrado tener avances en este aspecto, pero aún no tenemos el suficiente poder para detener una obra, por ejemplo, con lo cual igualmente se destruye una información valiosa para el entendimiento del pasado y nuestro objeto de estudio.




Para la Arqueología Social Latinoamericana, existe un fuerte colonialismo en el quehacer arqueológico y en la manera en cómo se comprenden las sociedades del pasado y las actuales, pero dentro de esta visión, les es importante ver que dentro de la misma arqueología existe un colonialismo expresado en las publicaciones de los trabajos, específicamente en el idioma en el que se escriben.




Desde hace ya varias décadas, el idioma mundial ha sido el inglés, el que se ha ocupado en la gran mayoría de las revistas científicas que se publican hoy en día. De esta manera, el conocimiento queda al alcance de sólo unos pocos, sobre todo si tomamos en consideración esta idea en Latinoamérica, donde el idioma preponderante es el español. Esta situación conlleva a un colonialismo puntualmente de Norteamérica sobre la disciplina arqueológica latinoamericana, ejerciendo un fuerte poder y dominación, subyugando nuestra disciplina a las de las grandes potencias. Es así, como Lorenzo y sus colaboradores (2004) proponen la existencia de una legislación que obligue a publicar en el idioma propio del país donde se realizó el estudio, así no sólo evitaríamos este colonialismo existente en la gran mayoría de las disciplinas, sino que también haríamos más accesible el conocimiento a más gente de lo que hubiese sido si se hubiera publicado en otro idioma.










Criticas.....

Una de las críticas que podemos hacer a la práctica arqueológica a partir del marxismo corresponde a que los postulados de Marx pueden ser leídos de distintas maneras dependiendo del contexto social del autor que lo lea y de los intereses y expectativas que los arqueólogos tengan (Lorenzo et. al 1979). Este punto es importante, ya que el hecho de que a partir de una misma teoría existan una o más interpretaciones de ésta, genera que muchas veces no se “hable el mismo idioma” pudiendo provocar sutiles diferencias de posturas entre los investigadores, lo cual puede llevar a una segregación y gasto de tiempo en discusiones que probablemente no sean útiles para la construcción del conocimiento, ya que como existen diferentes intereses personales detrás de éstos, muchas veces las discusiones se transforman en contraposiciones a modo “personal” que no se ajustan a la práctica arqueológica. De esta misma manera, pensamos que si ya es una tarea definir y explicitar constantemente bajo qué supuestos estamos trabajando, más aún lo será definir bajo qué interpretaciones seguimos el marxismo, pudiendo provocar muchas líneas teórico-metodológicas diferentes a partir de una misma base, lo cual sería muy poco claro.




Frente a este mismo punto, existe el problema del contenido de valor al utilizar las teorías marxistas, pues generalmente se le asocia a una participación política que en América Latina aún no ha sido superada (Rolland 2005), debido al desarrollo histórico y la opresión de muchas gente que pensaba diferente a las dictaduras militares en los distintos países. Una mala aclaración de esto al momento de dirigirse a un público no científico puede provocar un rechazo o una aceptación sesgada de esto, porque existe un juicio de valor detrás de las concepciones marxistas.




Por otra parte, una de las principales deudas que tiene la Arqueología Social Latinoamericana es el tema de la metodología, pues suele suceder muchas veces que al leer alguno de sus trabajos, quede la impresión de que la metodología sugerida por ellos es muy similar a utilizada y propuesta por la Nueva Arqueología. De esta forma, nos preguntamos cuál es el verdadero potencial de esta arqueología en la práctica arqueológica, y es viendo este potencial que consideramos que aún le falta por desarrollar un sustento metodológico que pueda dar respuestas a sus preguntas y a su manera de ver el registro. Se puede observar leyendo a Lorenzo y colaboradores (2004) que toman prestadas dentro de su manera de abordar el registro muchas de las técnicas pertenecientes a la nueva arqueología, o por ejemplo, que al leer a Rolland (2005) quede la gran pregunta acerca de ¿Cómo podremos ver todo aquello de lo cual nos habla la Arqueología Social Latinoamericana en el registro?, y este punto no es menor pues, es algo que le da sustento a la teoría. Podemos ver que textos como los de Bate (1998) exponen explicaciones muy bien formuladas teóricamente, y nos muestran el pasado teóricamente bien armado, pero hay muy poco dato que pueda confirmar estas ideas o sólo se van en la teoría y dejan a un lado la evidencia. De esta manera, consideramos que es uno de los puntos más débiles que posee la Arqueología Social Latinoamericana al querer constituirse como una corriente arqueológica.



Otro problema que podemos visualizar de la Arqueología Social Latinoamericana corresponde a la poca claridad en cómo entenderla, es decir ¿la podemos definir como corriente teórica, como una escuela arqueológica o como un lineamiento teórico? Si evaluamos este punto a partir de Gándara (1981) podemos entenderla como una “posición teórica” (es decir como modelo) porque está compuesta por una ontología, que la podemos definir como una “insistencia en la necesidad de elaboración teórica para lograr una mediación entre la realidad y el conocimiento de la realidad” (Rolland 2005:20), alejándose del positivismo y presentando la necesidad una estructuración compleja de las prácticas sociales; porque posee una epistemología, donde se observa la comprensión de la sociedad a partir de reproducción global, entendiendo que el conocimiento arqueológico es comprensible a través del materialismo histórico. Y, porque posee una metodología, en tanto que ven en el registro cultural la posibilidad de estudiar la configuración de las relaciones de los modos de producción. Sin embargo, y como lo decíamos anteriormente, la principal debilidad radica en las técnicas, ya que si bien las teorías y las metodologías están descritas no se establece concretamente cómo llevarlas a la práctica. Por otro lado, hay autores que plantean que no existe una Arqueología Social latinoamericana, ya que la práctica de los arqueólogos sociales no ha creado ninguna escuela de pensamiento (Oyuela-Caicedo et. al 1997). Quizás, no es necesario ser tan drásticos, pues la arqueología Social Latinoamericana ha otorgado importantes implicancias dentro del quehacer arqueológico, y como lo plantea Tantaleán (2004) no podemos negar la reformulación del pensamiento arqueológico, la búsqueda de cambios sociales, la explicitación de conceptos teóricos operativos y la creación de espacios de publicación y de investigación que se lograron con ella, a pesar de que Tantaleán considere que no se constituye como un Programa de Investigación Científica. Resolver este punto es un poco complejo, y por lo cual es necesario evaluar y definir a qué nos referimos cuando hablamos de un Arqueología Social Latinoamericana.




Por otro lado, podemos ver como la Arqueología Social Latinoamericana, a pesar de señalar que el conocimiento en la arqueología debiera ser accesible a todo público, no sigue esta misma idea, pues muchas de sus publicaciones están escritas en lenguajes complicados, que se hacen difíciles de entender si no se tiene al menos un conocimiento básico de los temas que tratan. Consideramos que el tema de llevar el conocimiento arqueológico a toda la sociedad es bastante importante en nuestra disciplina, por lo cual, si bien los trabajos publicados en revistas científicas deben tener cierto leguaje académico, debiera existir otra vía de difusión, donde podamos llegar a gran parte de la sociedad y así abrir nuestras fronteras del conocimiento.




Por último, al leer algunos artículos muchas veces uno queda con la sensación de la utilización de concepciones evolucionistas para ver la complejización social, pues al basar el entendimiento del cambio a partir de la metodología usada por Marx de caracterizar por antónimos (Rolland 2005) las sociedades prehistóricas, se contraponen a nuestras sociedades de manera antagónica, por lo cual se entiende que a través de los instrumentos de producción las sociedades se transformarían de lo simple a lo complejo, estableciendo estadios de desarrollo social, los cuales habría utilizado Childe para definir los orígenes de la civilización. De esta misma manera, se le ha criticado por recurrir a la Historia Cultural para producir las investigaciones arqueológicas, ya que finalmente no se ha producido una acumulación de conocimiento, reduciéndose el desarrollo investigativo sólo a algunos países, a pesar de postular sus teorías en términos marxistas (Oyuela-Caicedo et. al 1997)

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